Debo dejar de fumar. Así de claro, así de sencillo. Bueno pues, pero... este... mmm... ya pues por donde empiezo. Haber cuántos de ustedes, mis queridos y pasajeros lectores, han estado en esta misma conjetura.
A mis 21 años el tabaco me ha apaciguado en más de una ocasión, me ha librado de severos pleitos conmigo mismo, me ha alejado de las malas compañías, me a acompañado en las noches más frías, me ha dado valor para mirar a una mujer y decirle cuanto la amo, me ha dibujado historias hermosas y dignas de ser plasmadas en papel como cuentos... ¡Dios mío qué quiero hacer, el cigarro muchas veces ha sido mi única compañía! ¡Dios mio cómo me arranco este pedazo de vida! Un momento ¿Porqué tengo que quitarme este placentero, especial y casi orgásmico vicio? Sólo por eso, por ser un vicio.
Hace algunos meses leía la defensa de un fumador que fue mi profesor hace algún tiempo. Éste decía y afirmaba -a pesar de las tantas propagandas culpando al cigarro de las muertes de tantos y tantos- que el cigarro no mataba. Cuan cierto estaba aquel hombre. Nunca estuve más de acuerdo con este señor. Si pues el cigarro no mata, al contrario salva.
Señores, seamos sinceros, cuántas veces hemos estado a punto de putear a alguien por alguna burrada que éste halla cometido y antes de abrir la boca para destilar tanto veneno cuanto podamos y le hagamos recordar hasta al gato de su madre, nos hemos apartado, hemos sacado de nuestro bolsillo esa sacrosanta cajetilla, hemos cogido el santísimo cigarro, lo hemos llevado a la boca y previa búsqueda del encendedor lo prendimos, aspiramos como asmáticos: La santísima y salvadora piteada, y nos hemos calmado, nos hemos distendido, nos... nos llegó al carajo lo que el burro ese hizo.
A pesar de todo eso debo dejar de fumar, eso dice mi médico, y mi novia, y mi hermana, y mis padres, y mi amigo, y mi hijo (Jak), y... y la gran flauta que los mando a quitarme los vicios. Cuándo entenderán que Dios los puso en mi camino para amarme no para quitarme los vicios.
Como sea, debo dejar de fumar. Ya se me hace difícil correr, y cargar peso, y mantenerme sin mareos, y no toser, y... y que miércoles, si gracias al tabaco he escrito tantas historias hermosas que jamás han sido leídas, he escrito tantas cojudeses que sí han leído, he escrito tantos poemas que han desnudado mi alma, he... he decidido que se pueden ir mucho a la mismísima porra y a trapear el mar porque no dejaré de fumar.