Algún viernes, la noche con sus largos brazos y tremendas mañas me llevará. Y lejos de volar y bailar el viento, tan fuerte como todos los mares, me envolverá para contarme cuentos cortos y hermosos, de esos que el invierno sabe y la soledad tanto disfruta. Ojalá y ese viernes llueva, o tan sólo garue y sea frío para alcoholizarme en paz y fumar en paz y desvariar en paz y extrañar en paz.
viernes, 17 de agosto de 2007
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