Una cama con 256 frasadas cubriéndola, un par de almohadas en el piso al lado derecho de ésta y ropa por todos lados. Una computadora testigo de muchos silencios incontrolables, una paciencia que se desgasta en un pasatiempo añejo y bolsas de lana. Una chalina sobre su cuello, unos ojos cansados de extrañar, la mente perdida. Un intenso aroma de quietud inunda la habitación, vasos de algún café, esperanza en papeles apilados tratando de soportar la asfixia que provoca el recuerdo.
jueves, 9 de agosto de 2007
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