Cuando en Lima, la gran ciudad, la creída Troya rodeada de sus muros separatistas y segregadores, aparecieron perros colgados de los postes del centro histórico se supo que el terror había llegado. Creído insignificante e incipiente, el terrorismo no importaba siempre y cuando esté a kilometros. Lejos de la capital, en el centro sur del Perú las víctimas parecían no valer igual. Los indios no sienten, no importan, sólo mueren y ya.
El gobierno de turno no daba crédito a esos hombres pegados a un machete y fusil que cual reflejo jalaban el gatillo contra el que se le ponga en frente a discutir sus ideas. Las matanzas en Ayacucho (pan de cada día) llegaban a Lima como noticias casi foráneas. En la gran ciudad nunca se pensó que el terror llegaría a aposentarse en sus suelo. Hasta que pasó.
Asesinatos selectivos, atentados como el de Tarata y policías abatidos ya eran rutina y sin darse cuenta ya estaban fuera de control, fuera del alcance del gobierno, casi imposible de frenar. La pregunta quién dominaba a quién salía a flote.
A sus comienzos autodenominados como los que llevarían al pueblo hacia el poder, Sendero Luminoso trató de calar en el pensamiento del hombre campesino. Aprovechó de esas almas resentidas y sentidas abandonadas para imponer su pensamiento marxista, leninista, maoista o como la mayoría de gente entendiera luego pura matanza, pura sangre, puro terror.
Es así que tras no encontrar eco, Sendero se dedicó a realizar una ola de atentados, masacres y genocidios, y quienes al comienzo eran vistos como futuros camaradas ahora eran llamados soplones, burgueses o simplemente "indios de mierda" (como decían los carteles que se les colocaba cerca a sus cadáveres). Caracterizados por su barbarie, Sendero aniquilaba a quien se les ponga en frente, de lado, atrás, en fin, a todo aquel que impida realizar su plan sangriento de llegar al poder. Cobros de cuotas, juicios populares, abusos y desgracia eran una ley en su accionar.
Luego MRTA, hermano gemelo de Sendero, sale a la palestra con muertes de oficiales, secuestros y extorsiones. Un modo de operar similar al de los Extraditables en Colombia. Más políticos, así se mostraban. "Somos una guerrilla, no como Sendero", así se proclamaban. Nada más lejos de la verdad. Partamos de la definición de guerrilla como un grupo de hombres armados que le declaran la guerra al gobierno opresor y tirano. Un ejemplo claro Caso Nicaragua, El Salvador eran guerras en las que se veían involucrados guerrilleros y militares. No se asesina civiles (no siempre se respetaba este punto). Se les recluta y se les forma. O el más conocido por todos, la revolución cubana con Fidel Castro y El Che Guevara a la cabeza.
Los medios eran un repasar de sangre, llanto y morbo. Las imágenes, una más impactante que la otra, nos hacían inmunes al dolor. El dolor, pan de cada día, era adiasente al vivir peruano. Nos habíamos robotizado, ya nada era peor, siempre había algo peor.
Tras años de horror, el país logra salir de esa época de barbarie. Aparece la generación hija del terror, somos esa generación. Testigos del llanto. Testigos de la bestialidad de un psicópata algo inteligente que se creyó deidad y fue visto así por sus partidarios. La educación y una formación llena de valores y de respeto por la vida deben abrumar a nuestros niños. Todo, ningún esfuerzo estará de más para evitar que la historia se repita.
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