domingo, 1 de junio de 2008

Un hibrido de tantas observaciones

Hace casi un mes que no me asomaba por aquí. Los trabajos universitarios me habían aparatado del placer de escribir y ya añoraba plasmar aquí ciertas líneas. Es por eso -ahora que estoy casi libre de la universidad- que he decidido, tras meditarlo mucho, empezar a escribir una serie de capítulos que serán secundantes uno del otro. Cada semana trataré de brindarles una parte de la incipiente cuento-novela que escribiré paulatinamente. Sin más que decir, aquí les dejo el primer capítulo:
I
No duermo. Trato de escribir en silencio para no despertar a Diana. Ya llevo muchas noches así. Creo que debería comprarme una laptop para poder putear al teclado con tranquilidad y a viva voz cuando no encuentro una letra. Claro, eso haré ni bien consiga el dinero o a un mecenas que, como siempre, terminará siendo mi padre.

Pero si consigo la laptop tendría que dejar de entrar a este cuarto. Creo que ya estoy acostumbrado a escribir aquí y se me dificultaría concentrarme en otro lugar. ¡Maldito problema de concentración que tengo! A veces quisiera tener la concentración de mi padre, pero parece que sólo le heredé los genes de amante del fútbol y el box.

Ese sería un problema, abandonar esta habitación. Aquí dormía antes, compartíamos espacio mi hermana y yo. Me encantaba dormir con ella y la luz prendida; fui maricón por la oscuridad hasta los nueve años creo. Además este cuarto es grande, a comparación del mío, y ordenado también y ni hablar de la limpieza.

Me figuro que aquí nacen mis mejores líneas y no sé si podría escribir en mi habitación.

Mi habitación debe ser la más pequeña de la casa. Desquiciantemente desordenada e insalubre por la falta de higiene. Creo que aún tengo puchos de cigarro del invierno pasado, están regados por el suelo junto con la ropa.

En realidad soy exacerbantemente desalineado. No uso el ropero, tengo desidia de dejar las cosas en su lugar, por eso no lo uso. Las ropas están bien en el suelo, nunca se han quejado mis trapos así que deben estar cómodos.

Debe ser por la asquerosidad reinante allí que mi perro adora dormir conmigo.

Las arañas y otros insectos viven felices en mi habitación, yo también me siento cómodo con ellos. Es divertido oír gritar a Diana cada vez que entra a mi cuarto y se queja de mis cohabitantes. Casi nunca los mato, sólo cuando están cerca de mi cama, eso si es imperdonable.

Como sea, hoy no sé de qué escribir, no sé si para mi blog que tengo en la web o para mis archivos que nunca los publicaré.

Esto es paradójico. Estoy atiborrado de trabajos de la universidad y estoy desvariando en la flojera asolapada. No es que no me importe los cursos. Bueno, algo de cierto hay, sólo me importan tres cursos a los cuales me entrego parcialmente a última hora. Es gracioso, muchos dicen que si fuera aplicado sería un alumno sobresaliente. Yo, me conformo con mi culta mediocridad, lo demás me resultan nimiedades.

Hace menos frío que la semana pasada. Son las tres de la mañana y no estoy abrigado. El clima debe estar cambiando. La noche está perdiendo su frío encanto y la brisa gris que envolvía las calles de esta ciudad con mantos largos de melancolía y recuerdos casi ya se ha marchado en su totalidad.

Por fin encontré en Ares el álbum póstumo de Ibrahim Ferrer. Había olvidado lo mucho que me gustan las guajiras y los boleros. Trato de escuchar las tenues ondas sonoras que emanan de los parlantes de la computadora mientras escribo líneas sin sentido; nunca podré escribir con música. También debo comprar audífonos. Sí, pero de los grandes, de esos que cubren ambos lados de la cara dejando a la vista sólo los ojos.

Aún no me he cambiado y sigo encamisado ergo, incómodo. En realidad me gusta esta ropa, a pesar de la incomodidad. Juego a ser a alguien que no soy y nunca seré. Porque jamás seré un oficinista esclavo de la formalidad y los horarios, prefiero ser visto como un lector e incipiente escritor que adora dormir hasta altas horas inmorales de la tarde. Los ternos están bien, siempre y cuando uno los maneje y decida cuándo y cómo llevarlos.

Todavía no me decido sobre qué escribir, ni su puerto. Si fuera menos cobarde y más patán narraría lo de hoy, pero no quiero más líos así que mejor iré a dormir.

Mañana llamaré a mi padre para comentarle lo de la laptop, de paso agradeceré los libros que me ha mandado y saludaré a mi madre.

3 comentarios:

lili dijo...

Es muy cierto lo de tu cuarto bebe por que cada vez q entro algo se queda enredado con una de mis piernas pero igual me siento comoda.

Anónimo dijo...

Buenos días para mí desde España.
Dos cosas:
Ya sé por tu comentario que te llegaron los libros que te envió tu padre. Espero opiniones en el e-mail lospapelesdelatele@gmail.com
y la segunda, sobre la actitud en la Universidad, te pego el discurso del fundador de Appel.

http://video.google.es/videoplay?docid=3014637678488153340

Por si no lo tienes con subtítulos en castellano.

Y permíteme un consejo de madre: madurar consiste en saber doblegarse a uno mismo. Al principio los bebés no controlan ni sus esfínteres y toda su vida consiste en satisfacer sus necesidades de hambre, sed, juego o sueño.
A medida que avanzamos en nuestro autocontrol podemos decir que somos más maduros.
Hasta que al llegar a ser adultos sabemos lo que nos gustaría hacer... pero casi nunca lo hacemos porque solemos cumplir con lo que "debemos".
Yo estudié minetras trabajaba y con una hija -hoy tiene 26 años-. Te aseguro que muchas de las asignaturas eran tediosas e inservibles, pero era consciente de que mi único aval en la profesión sería mi expediente -al menos al principio- y así me lo propuse a mí misma.
Me tuve que doblegar muchas noches cuando llegaba cansade de trabajar, acostaba a mi hija y me ponía sobre la máquina de escribir -no tenía ordenador-.
Incluso una vecina subía alguna que otra vez para pedirme que dejara de teclear porque no dormían en el piso de abajo... Pero he conseguido ejercer mi profesión. Sigo estudiando y leyendo cada día. Esto no termina nunca cuando lo tienes en la sangre. Ánimo y escribe todo lo que se te pase por la cabeza. De algo servirá algún día, aunque sea como mero ejercicio.

Anónimo dijo...

Con al verdad ni temo ni ofendo...
Fuerza