lunes, 17 de diciembre de 2007

De vacaciones por el quinto aro del infierno...

Copiosa cantidad de tiempo que no escribía y no por desgano, desidia o abandono al santo ocio. Razones tan fuertes como abyectas me alejaron de la computadora y se apropiaron de mis mañanas, tardes, noches, osaron quitarme el tabaco, el alcohol, las gaseosas, los chocolates, las galletas y los helados. En conclusión estas razones, hijas de un mala madre, me mantuvieron jodido a merced de cuantas bacterias deseen copular, criar a sus bacteritas, juntarlas con otras bacterias (ya crecidas, claro está) y continuar con un circulo vicioso que lastraba más y más mi ya mellada salud.

En el comienzo de mi travesía por los mares de las enfermedades, yo, fiel creyente de que así como todo viene así se va, no hice el menor caso a unas erupciones que de la noche a la mañana aparecieron en mis brazos y cuello. Eran las últimas semanas universitarias, de esas en las que sólo tienes tiempo para fumarte un cigarro entre exámenes, darle un fugaz beso a tu novia (la cuál esperas que no se olvide de tu nombre y rostro a causa de tu ausencia), estudiar como si de eso dependiera tu vida y estresarte como Papa Noel en navidad.

De cualquier modo, yo ya entregaba el segundo avance de mi tesis (un curso que enferma y aloca a todos los estudiantes de 7mo ciclo. Quizás el que más esfuerzo requiere en toda la carrera, dependiendo del profesor con el que lo lleves) y me distendía quizás un poco, ya que para ser honesto ese fue el curso que más me jodió la existencia en todo el ciclo y al cual mayor interés y noches le dediqué. Lo presenté un miércoles, esa misma tarde pensé en tomarme todo el bar, fumarme todo el cigarro del país, disfrutar de mi novia y de la voz de Ibraim Ferrer. Pero como no todo en la vida es como uno quiere, me conformé viendo un partido del mediocre campeonato local y rascándome las incipientes ronchas que aparecían en mis brazos.

A la mañana siguiente, junto con las ingentes cantidades de exámenes que me faltaban por dar, una invasión numerosamente increíble se había apropiado de mis miembros superiores y mi cuello. La picazón destrozaba mis nervios y dejaba marca en las ronchas reventadas a uñazos. Con el mismo interés que le dí al curso de gestión empresarial, traté a las ronchas y a sus puteadas consecuencias (la picazón), es decir ni de soslayo las miré.

Pero con el pasar de los días (casi una semana y media), las malditas se habían esparcido por todo mi cuerpo y ya eran insoportables tanto para mí como para los que me rodeaban porque estas ronchas tenían la asombrosa capacidad de sacarme de quicio y mantenerme en un mal humor constante. Algo debía hacer. Entonces fui donde un doctor amigo y me recetó una inyección que por el dolor me hizo ver a Judas calato y unas pastillas que valían lo mismo que una Pilsen (la cerveza más rica del mundo) bien heladita más tres Luckies light de esos que fumo. Su diagnóstico: estrés y mi sistema nervioso a punto de colapsar. Eso había dado pie a las ronchas.

Como sea... primero es la salud, así que consumí las dichosas pastillas durante cinco días y me abstuve de cuanto placer Dios puso en estos lares, pero no hallaba respuesta, las pastillas no servían y la picazón me mataba.

Como para terminarme de joder la vida había acabado el ciclo y no pude irme a desbandar cual vikingo llegado a puerto, además en unos día tenía una fiesta que prometía secuestrar a la Backus (empresa cervecera más grande del país) y traerse a medio mundo salsero y regueetonero (ni modo) y yo no podía tan siquiera estar a veinte metros del humo del tabaco porque ese era uno de los entes que activaba mis ronchas y me hundía en el agobiante mar de la picazón. Como sea, llegado el día de la fiesta mis ronchas había bajado. Tras más de cinco días de consumo de las pastillas, cuatro inyecciones, un rezo santero, una pasada de cuy y una bañada en agua bendita me sentía mejor y listo para ir a disfrutar de los placeres de la vida.

Sólo me jodí. Al primer sorbo de cerveza me empezó a picar el cuerpo, pasado unos minutos las ronchas se habían activado. A la mañana siguiente estaba peor que nunca y tuve que privarme una semana más de todas las cosas ricas y que producen placer para por fin poder librarme de las malditas ronchas.

Justo cuando mejor me sentía y las ronchas habían desaparecido en su totalidad, un tímido dolor de cabeza asomaba por las mañanas para acompañarme todo el santo día. Mentado dolor se hizo cada vez más fuerte hasta lograr mandarme a la cama días seguidos. El maldito no me dejaba en paz, ni las excedrin (o como se escriba), ni las aspirinas, menos las dorixinas hacían efecto.

Una semana de inclemente dolor fue la que pasé. Y cuando éste se aburría de mi cabeza y decidía marcharse junto con sus mareos y vómitos, le toma la posta un dolor de garganta que ni Dios lo aguantaría, seguido de una gripe que me tiene tumbado en cama tres días temblando como perro con distemper, sudando como chancho rumbo al camal y empezando a oler como éste ya que no me baño hace tres días.

jueves, 22 de noviembre de 2007

...

Lo peor de extrañarlos es ser mudo,
es jugar a ser inherente del olvido
tratando de borrar pasados cercanos,
lejanos, añorados y no realizados.
Lo cercano de amarlos desde lejos
es como vivir con los ojos cerrados
apartándome del mundo en silencio
y rogando por que no pase el tiempo
para desear soñarlos con más ganas
y para continuar lapidando esas ansias.
Y es que lo peor de amarlos no sólo es eso,
es querer ya no querer sentirlos
al vivir el lunes pasando por los domingos,
es limitarse a tentar sólo palparlos
sin punto seguidos, sólo abyectos finitos.
Lo peor de amarlos no es sólo amarlos,
es putearlos entre marzos y junios
y creer sentirme perdido en el sol de fa
y querer dormir unos tres meses
para despertar irrisoriamente alineado,
diferente y viviendo con un abrazo soñado.

martes, 20 de noviembre de 2007

Un paréntesis académico: Reportaje final.

La Unidad Central del Escuadrón de Emergencias del Callao vive y muere por erradicar la delincuencia del puerto
¡Central 105… Siempre listos, siempre presentes!
Una crónica introspectiva del escuadrón más requerido del país


Son las 5:30 a.m. La brisa, gris y renuente a marcharse, abraza y cobija a todo el puerto. La noche está por terminar y los primeros rayos de luz se van colando entre el flirteo de la madrugada y la mañana. El frío se apacigua en su intensidad y los efectivos comienzan a llegar.

Algunas combis sobreparan frente a la Unidad Central del Escuadrón de Emergencias del Callao (radiopatrullas) -ubicada en la avenida la Paz- y de éstas descienden hombres jóvenes y experimentados de porte respetable y amenazador. Otros tantos apuran el paso cruzando la avenida con periódicos bajo el brazo, cabezas enterradas entre los hombros, manos en los bolsillos y una maleta que cuelga de uno de sus brazos. Paralelamente a esto unos autos, modestos y nada lujosos, parquean en el patio de la base.

Dan la bienvenida a la unidad un portón abierto de par en par y el imponente escudo de la policía nacional del Perú dividido por la apertura de éste.

Dos plantas, ya dentro del establecimiento, reciben a los personajes que protagonizan una ardua lucha de veinticuatro horas contra el hampa chalaca para conseguir la tranquilidad de los vecinos. En el primer piso están las oficinas administrativas y una central radial que consta de veinte computadoras unidas a la red radial-telefónica policial -no tan grande como la central 105 del Callao ubicada en el cuartel Alipio Ponce donde reciben todas las llamadas de emergencia del puerto para ser emitidas a la unidad de radiopatrullas- lo suficientemente eficaz para poder recibir los mensajes de la central 105 y reenviarlos a las camionetas.

Al fondo de esta planta una oficina, en la puerta consta un nombre y un cargo: El Coronel PNP Luis Praelis, quien es el encargado de toda la unidad. Praelis es un hombre de altura promedio -no debe pasar el 1.78cm- y cuerpo atlético a pesar de sus cuarenta y ocho años encima. Tiene la mirada profunda y el rostro duro; “cara de piedra” le decían en la escuela de oficiales en sus tiempos de cadete. Ahora, los subalternos lo llaman así a sus espaldas; él lo sabe y sólo sonríe.

Praelis está a cargo hace un año, exactamente el mismo tiempo desde que tomó el mando de toda la provincia del Callao el General PNP Jordán. “Un excelente general, es muy correcto; a él no le gustan las cojudeses y se está matando para que la policía del Callao se acerque más a su gente y para que ellos cuenten con nosotros y nos colaboren”, afirma “El Oso” un técnico que pesa alrededor de 110 kilos.

En la segunda planta, a los extremos, se encuentran los vestidores, dos para ser exactos; tan largos como claros y verdes. Ornamentan los ambientes de vestido casilleros numerados del uno al setenta (por cada vestidor), bancas de tres metros de extensión, poyos de mayólica blanca y sobre estos cuadros con motivos policiales fraseados con palabras de ánimo y versos de carácter motivador. A los confines de estos pabellones se encuentran apiladas cincuenta camas de una plaza cada una donde los efectivos reposan y descansan dependiendo de las órdenes de su superior.

Los hombres ingresan a los vestíbulos, un olor a pulcritud y soñolencia se mimetiza con los saludos, chascarrillos y alaridos que terminan por despertarlos. Son 125 -en total 250 policías- que relevarán a los que se encuentran vigilando las calles del Callao. En su mayoría son de armas (policías egresados de la escuela de suboficiales) y sólo un pequeño porcentaje de los efectivos son especialistas (civiles que se integraron a la policía y llevaron cursos de rigor que duran entre los tres y cinco años), aunque esto es transitorio ya que se ha ordenado que este escuadrón este completamente integrado por personal de armas.

Las duchas se apresuran a tener su fin, los borceguíes listos para ser puestos; los hombres ajustan sus pantalones y aseguran el correaje donde cargan la cartuchera que alberga la pistola nueve milímetros, fiel e inseparable compañera, que se verá secundada de sesenta municiones. Las chompas negras, lo suficientemente entalladas para que al calzarse los chalecos antibalas éstas no incomoden, se ven retocadas por bruscos sacudones antes de ser usadas.

Una mirada al espejo de algún casillero, un segundo de ahondarse en el limbo de la indecisión y el temor por perder todo, por dejar la vida en las calles, un recuerdo del beso de una familia, la sonrisa de los hijos, el cuerpo de una esposa; un parpadeo lento y resignado convierten ese rostro en muestra de determinación, seguridad y orgullo. Caminan hacia el patio y como dogma religioso, tras cruzar la puerta de los vestidores, los efectivos se colocan sus características boinas rojas.

Ahora son las 6:00 a.m. Los 125 policías se encuentran en el patio en formación. “Un excelente personal, lejos mejor que el de Lima, la mayoría llego aquí por increíbles y asombrosas intervenciones en sus comisarías y el resto, al salir de la escuela y ser seleccionados por su porte, llevo el curso de emergencista en la Central Radiopatrulla de Lima”, sostiene en General Jordán.

El Coronel Praelis pasa revista a su tropa con las manos atrás, cabeza arriba y ojos juiciosos. La mañana ya está clara, la brisa gris raramente se ha marchado; rayos de sol se cuelan entre las nubes y el himno del Perú empieza a sonar.

Termina la ceremonia de todas las mañanas. Noventa camionetas -cuarenta pathfinders y cincuenta de las nissan verdes que a ningún efectivo les gusta. “Carajo, esas camionetas son para hembras, ahí tengo que manejar recogido y termino entumecido”, se le escapa a “chiquito”, un chofer de 1.90cm- esperan por sus ocupantes. Cada camioneta es encomendada a un operador quien será el que se encargue de acercarse a los autos, usar la radio e intervenir a sospechosos, y a un chofer; estos cargos -sólo los cargos ya que las parejas duran aproximadamente un año- varían cada mes.

Todo listo, una a una las radiopatrullas empiezan a desfilar por el portón. La imagen del Santísimo Corazón de Jesús, pintada al lado de este, los despide y los llena de fe para salir a las calles sabiendo que quizás alguno no volverá, como le paso hace cinco meses al brigadier Gonzalo Gonzáles, más conocido como el compañero “Chalo”, quien dio su vida por proteger de las balas con su cuerpo a un niño de ocho años.

Cada unidad se dirige a su punto establecido (que por reglamento variará cada veinte días): cruces de avenidas, esquinas en calles de alto nivel de delincuencia, casas de personajes importantes como congresistas, alcaldes, etc. y a las comisarías del Callao. A cada una de las trece comisarías existentes en el puerto llegan tres unidades de la central de emergencias. Éstas patrullarán dicha jurisdicción las veinticuatro horas que dure su servicio.

La mañana transcurre entre denuncias (violencia familiar, robos pequeños, atropellamientos de mascotas) que llegan a la central pero por ser menores son depuradas a las comisarías del sector. La tarde no sólo trae consigo el hambre ni la necesidad de cargar combustible (catorce galones diarios) en el grifo de la policía ubicado en la avenida Colonial, llamadas por robo a tiendas, intentos de secuestro, balaceras son el común de la esas horas. Es hora de alistar las 250 municiones y cargar la AKM de rigor que cada camioneta porta.

Puerto nuevo, Acapulco, Sarita Colonia, Los Barracones (conocido ahora como las Barracas), Gambeta Alta y Gambeta Baja (todas pertenecientes a la jurisdicción de la comisaría de Callao Cercado) son los lugares que en la tarde y la noche se convierten en zona de sangre y lastre de la humanidad. Las intervenciones se incrementan en estas zonas. Las llamadas recibidas en la central llegan a cuarenta sólo en una hora. Los efectivos responsables de esa jurisdicción aumentan esfuerzos en ingentes cantidades para combatir a la delincuencia reinante.

Así pasa el día la Central de Emergencias del Callao. Hombres comunes que, como a nosotros, sus familias los esperan por volver a sentirlos vivos y a su lado. Gente que teme y añora con el pasar fugaz de veinticuatro horas, pero que saben que en sus hombros carga la tranquilidad y seguridad de la población y no dudarán en poner el pecho para darle la paz merecida a un pueblo pujante, cuna de talentos deportivos, musicales y literarios, y amigable como es el Callao.

jueves, 18 de octubre de 2007

La idiosincrasia de la vida: una extradición

El viernes 21 de setiembre el país depuró en ápices de moral su honra y nefasto pasado -democráticamente hablando- al enterarse que el presidente de la Segunda Sala de la Corte Suprema de Chile, Alberto Chaigneau, había resuelto la extradición del extraditable Alberto Fujimori.

Primeras reacciones semejantes a las secundantes a un embarazo de 24 meses se mezclaban con rostros de impotencia muy parecidos a los causados por un severo estancamiento vehicular de hora punta.

Los infundamentados dependientes ideológicos del fujimorismo se jalaban los pelos, tiraban de sus neuronas buscando respuestas, auscultaban en sus folios de contactos llenos de escarceos políticos foráneos tratando de encontrar la columna que se desplomó sin previo aviso y que trajo consigo a su líder.

Nunca tan confundidos, Keyko, Carlos Rafo y compañía, no discernían el cómo Chile se atrevía a perjudicar de soslayo a un ciudadano de un país con el que trataba un TLC muy beneficioso para los sureños.

Al otro polo de la irracionalidad, la mayoría de los peruanos exhalaban con gotas de tranquilidad: uno de los supuestos más grandes delincuentes de la historia ya estaba en suelo patrio.

Este contexto inusitado en el que ambas posturas se encontraban daba como resultado un híbrido de democracia-demagogia-lamentos que se daba en su total plenitud en las vociferadas críticas de los más acérrimos fujimoristas y los sollozos argumentos de los posibles beneficiados del nefasto régimen dictatorial.

Y es que a los partidarios del extraditado les sobran los porqués y las teorías basadas en la casería de brujas. Parece que su memoria episódica ha sufrido algún trastorno, posiblemente ocasionado por la perdida repentina de poder, ese poder que en el año 2001 fue purificado por un video.

Claro está que cuando no manejas medios y se dificulta la creación de opiniones favorables -ya que ésas son las que realmente cuestan y valen- y te enfrentas a la mayoría sin tanques en la calle, ni dinero en ingentes cantidades para ser usado descaradamente para comprar conciencias las entrañas se retuercen y la impotencia se apodera de la razón.

Tema paradójico, ya que lo que sobra en este caso son las razones. Barrios altos, la cantuta, Pedro Huilca, interceptación telefónica, la tortura de Fabian Salazar, esterilizaciones forzadas son historias que narran y explican el porqué Fujimori se desvela en su prisión temporal. Y éstos son sólo los delitos contra los derechos humanos, los de corrupción también tienen nombre propio.

Ahora se embozan en la ingenuidad del ex presidente Alberto Fujimori. Dos cosas muy puntuales: hay que ser demasiado incompetente e imbécil para no darse cuenta de lo qué el principal asesor hacía, o hay que ser demasiado cínico y timador para tener la conciencia de palo y negarlo todo apoyándose en la ignorancia de uno mismo.

Cuales quiera que fuera la verdad, la mayoría de los electores (de los cuales me exonero por motivos obviamente temporales) de la década del noventa se debe sentir, por obligación, culpable. Me explico: Sólo en un país con un nivel de ignorancia política muy elevado es capaz de elegir como presidente a un outsider que ya traía consigo a un asesor que tenía una hoja de vida tan discutida como la hoja de coca. Vladimiro Montesinos, el referido, había tenido una carrera militar muy escabrosa y rematada por ejercer la defensa de narcotraficantes.

Peor aún, a mediados del noventa, luego de la chanchada de erradicar el parlamento con sus cámaras de diputados y senadores y otros tantos actos repudiables, en las elecciones generales se presentaba una opción más que honorable: el señor Javier Pérez de Cuellar. Y cómo para reafirmar lo escrito líneas arriba sobre la ignorancia política, sumada a la necesidad del peruano de ostentar una deidad que sea medida sólo por los fines, mas no por los medios, Fujimori, en una elección en la cual sólo existió el fraude de la razón, derrotó a un demócrata a carta cabal.
Por otro lado, es utópico pensar que los reclamos descarados de los fujimoristas se terminarán.
Por el contrario, Dios nos libre de la exacerbación popular o el deseo tribal masivo (como lo llaman algunos autores) que éstos inculcarán en la calles. Es claro que un pequeño porcentaje del pueblo todavía cree en el alto nivel de fertilidad del espíritu santo, éstos son los mismos que creen en la inocencia de Fujimori y que serán usados por los titiriteros encargados de montar el circo social que gritará a los cuatro vientos voces de justicia, libertad y consideración para “quién nos liberó del terrorismo”.

Días de incertidumbre realmente importantes se aproximan. Fuera de la indiscutible extradición del ex presidente, los actos que realizará el gobierno son preocupantemente sospechosos. Sólo nos toca vigilar y confiar en la autonomía del poder judicial. Las posibles alianzas de los fujimoristas con el aprismo empiezan a dar atisbos de existencia: el apoyo al ministro del interior Luis Alva Castro. Ojalá que esa votación no halla significado lo supuesto anteriormente.

Y cómo para terminarnos de atiborrar de dudas sobre el futuro, una imagen más que tenebrosa ha invadido el Perú: año 2011, elecciones generales, una segunda vuelta entre Ollanta Huamala y Keiko Fujimori. Uno con su plan fascista-bolivariano-chavista y la otra con la libertad de otorgar el sobreseimiento a su padre (indulto). Frente a este panorama sólo nos quedaría tener listos los pasaportes y la maleta e ir buscando el taxi que nos lleve al Jorge Chavez.


...

Malditos sean tiempo y distancia,
malditos sean mis recuerdos,
maldito yo por ser hombre y tener corazón,
maldito por no saber olvidar...

domingo, 7 de octubre de 2007

Líneas para la única princesa

Desearía perderme en la métrica de tu mirada
y soñar que de tus ojos proyectas barrotes
que nunca nadie los podría romper
y que nunca nadie los podría traspasar.


Quisiera ser el viento abyecto de la tarde,
que no respeta la pulcritud de tu cabello
y que le importa nada acariciarlo
luego de arrebatarle lo más bello.


Desearía vivir en tu nariz odiada
y rozarla, tocarla, adorarla sin pretextos
para en unos años hacerme Da Vinci
y pintarla entre la luna de la costa y cerros.

Quisiera robarle horas a las mañanas
para dárselas a las noches cortas y cambiantes
y volverlas como algún tiempo antes:
interminables, especiales, no laborables.

Me gustaría escribirte hasta octubre de algún año
y sorprenderte con flores en los desayunos
para luego apagar el sol y guardarlo
y que todo el día sea oscuro como hace cinco años.

sábado, 29 de septiembre de 2007

Recogiendo mis pasos

Es de noche y hace frío. Junto con un cigarro y la garua sostenible mi recorrido se hace más placentero. Ornamentan mi camino un borracho sentado abrazando sus rodillas, un perro escuálido, un policía algo despistado, más de tres licorerías abiertas, una pareja dubitativa soslayando sus pasiones, un seguridad con mirada desconfiada, un semáforo haragán y un puesto de golosinas con un esquimal por vendedor.
Es más noche y hace más frío. El recuerdo de un cuento me dibuja un rostro algo añejo, el nombre de mi padre pinta pasajes de mi vida, pasajes llenos de risa y silencios. El cigarro se consume y mis fantasmas casi me alcanzan. Me miro la mano y encuentro razones, experimento salidas y huidas.
Es dos veces más noche y hace el triple de frío. Mis palabras confunden más y más. Mis líneas se disfrazan de polvo ausentado de color. Mis dedos son más escudriñables y una sonrisa distante de alegría se apodera del arenal de entre mis mejillas.
Es ya siempre noche y hace más que frío. Me entero que para pronto será inicio de un año. Necesito dormir unos meses, despertar disciplinadamente desalineado. Tal vez bañarme. Ir por algunos, abrazarlos, volver a vivir.

sábado, 22 de septiembre de 2007

Un momento de agobio

Sabes, te extraño. No sé como ni cuando pero lo hago. Solo me doy cuenta cuando pasado el momento una profunda pena me abraza y lo hace muy fuerte. Lo peor es que eso no acaba ahí, luego siento la desesperante sensación de adormecimiento que me entumece el cuerpo hasta casi perder el sentido de la realidad y todo acaba cuando un cortante beso, ladrido, timbrado de teléfono o llamado repetido me regresa de un jalón a la realidad.

Me haces falta y no me acostumbro, pasó el tiempo y no me acostumbré.

Te necesito Dolita.

viernes, 14 de septiembre de 2007

Siete maneras de aguantar hasta Enero

UNO:

Despierta y mírala, recuerda el primer día que la viste. Tómate tu tiempo, deleítate con sus facciones, reafirma su suavidad, enamórate un día más de ella. Mírala y se dichoso, date cuenta lo afortunado que eres al tenerla junto contigo. No hagas ruido, se prudente. No la despiertes, acaríciala con tus deseos. La edad no es un pretexto.

DOS:

Cierra los ojos, respira profundo. Date cuenta que estás vivo y que amaneció de nuevo. Descúbrete, dale la espalada a tu mujer, siéntate en tu cama.

TRES:

Agradécele a Dios tantos agobios, pídele un día más. Reafirma tu curiosa fe, usa tu estampa roja de plástico.

CUATRO:

Vuelve a respirar profundo, que tu anhelo te lleve a Lima. Pasea por los cuartos de tus hijos y ve como duermen. Siente el olor a tabaco en la habitación de tu hijo. Critica el compartir de la cama de tu hija con su perro. Ámalos. Tócalos sin tocarlos. Háblales que te escuchan, pero se hacen los dormidos porque así son ellos. Sonríe y se feliz por estar lejos.

CINCO:

Al sentirte cansado recuerda que no estás solo. Que tienes una gran mujer que te ama. No suspires por pena, tus hijos viven su vida añorando volver a vivir. No los extrañes, date cuenta que tienes lo más importante: una razón, una sonrisa, un paseo sin hablar, un pedir sin conciencia, una lágrima de algún almuerzo.

SEIS:

Pasa tu día sonriendo. Llama tres veces a tu esposa. Sigue leyendo y comprando libros excepcionales. Limpia tus zapatos cada vez que los ensucies.

SIETE:

Llegada la noche descansa. Tu hijo bebe y escribe. Tu hija estudia y fiscaliza. Tu casa es la misma. Date cuenta que eres un gran hombre y muy afortunado. Eres la prueba más grande de amor.

martes, 28 de agosto de 2007

Morir

Morir es tratar de querer nunca verte
al voltear la mirada jugando a dormir
e imaginarte no tan bella para odiarte
y así me dejes ahogarme para morir.

Morir es jugar a jamás haberte pensado
aunque mi mente de soslayo no mienta
y mis sueños aterricen en lo mentado
y tantas veces sueñe esquivarlo y tienta.

Morir es pensar a mi triste nombre olvidado
de tus labios para ser odiado y pasar
a ser propiedad de un difunto enterrado
nombrado sentimiento de un ser impar.

Morir es extrañarte sin siquiera poder mirarte
y torturame con nombres y predicciones
de esas que la vida pinta aquí para callarte
de esas que yo creo real y tu ficciones.

Morir es haberte nunca conocido
y maldecir una niñez y muchos años
en las que hasta hoy he sabido
que vivirás en mi muerte para yo vivir en tus manos.

viernes, 17 de agosto de 2007

Pronto

Algún viernes, la noche con sus largos brazos y tremendas mañas me llevará. Y lejos de volar y bailar el viento, tan fuerte como todos los mares, me envolverá para contarme cuentos cortos y hermosos, de esos que el invierno sabe y la soledad tanto disfruta. Ojalá y ese viernes llueva, o tan sólo garue y sea frío para alcoholizarme en paz y fumar en paz y desvariar en paz y extrañar en paz.

martes, 14 de agosto de 2007

La pena de alguien

Estaba en los peñascos, sentado en las piedras, coqueado hasta la sombra. Tenía un cigarro entre los dedos y el alma dándole frente a las olas. Un frío inclemente para el Callao, no para su polo de mangas cortas. Yo lo miraba de lejos, él desvariaba en la fría brisa del mar. En la playa de los guapos, de los bravos... ahí estaba él, en su mar.

Aunque alguna vez me confesó que odiaba el mar, creo que por eso sus más ondas depresiones las pasó en una covacha frente a éste, pero ahí estaba él; no dentro de la covacha de siempre, ésa que combinaba los olores de la pasta, la coca y la marihuana, donde están los hombres más adinerados de Lima mezclados con los más miserables del puerto.

Una mujer, eso se formaba en el humo de su cigarro. Una de cabellos que hipnotizan -tan mentados ellos- una de piel tersa y clara, una princesa. Y fumaba más, tratando de largarla de su vida, queriendo arrancársela del corazón porque sabía que él no era digno de ella, su pasado lo condenaba, las lágrimas de ella lo sentenciaron a morir en vida uno y otro día... por toda la eternidad.

viernes, 10 de agosto de 2007

...

Estoy sentado con la misma mirada. Perdido como hace algunos años.

Vivo inmiscuido en unos labios, atraído por palabras e ilusionado por algunos desvelos.

En el limbo del dejar hacer dejar pasar ando. Reclamo mi ganas inertes de leer.

Juego a recordar sin lesionarme. Uso frases pasajeras que sólo logran rasguñarme.

Hablo de la nada como si me escucharan. Entiendo que no muchos viven interesados en el vació, en la ausencia del todo.

Analizo la moda y los gestos. Harto estoy de autores y teorías.

Tengo un look de presidiario. No extraño la gomina ni los cuellos duros.

Añoro el olor a comida casera, enamorado estoy de las grasas.

Abandoné el tabaco, en realidad en ese camino estoy. No creo que me duren las ganas.

Sigo adorando a Baco.

Me gustan más las fotos. Tengo un corazón prisionero en un retrato y éste sí me habla.

Entiendo más al bullicio, hemos empezado una relación de respeto mutuo. Yo lo llevo y él se calla.

Aprendí lo que es un segundo en soledad. Es el todo, es la eternidad.

Miro más sonrisas en el mañana. Discrepo en demasía con el presente.

Aguardo un retorno y dos abrazos.

Respiro más y duermo menos.

jueves, 9 de agosto de 2007

...

Una cama con 256 frasadas cubriéndola, un par de almohadas en el piso al lado derecho de ésta y ropa por todos lados. Una computadora testigo de muchos silencios incontrolables, una paciencia que se desgasta en un pasatiempo añejo y bolsas de lana. Una chalina sobre su cuello, unos ojos cansados de extrañar, la mente perdida. Un intenso aroma de quietud inunda la habitación, vasos de algún café, esperanza en papeles apilados tratando de soportar la asfixia que provoca el recuerdo.

miércoles, 8 de agosto de 2007

Cojudos de niños, cojudos de viejos

Todos los sociólogos peruanos, imbuidos de un heroico espíritu de optimismo, derraman diariamente sus notables conocimientos en vano intento de orientar a padres e hijos para que no falle el viejo aforismo popular que interrelaciona a la niñez y a la juventud con el futuro de la patria.

En efecto, desde la gran mentira china de que cada niño viene con su pan bajo el brazo los peruanos, que somos creyentes a ultranza de los dogmas, tradiciones, mitos y leyendas, nos tragamos sin agua ni ápice de duda el tema del pan axilar de nuestros hijos. Con el entusiasmo digno de mejor suerte seguimos dale que dale a la herramienta hasta llenar la casa de muchachos malcriados y llorones pensando, con buena fe, que ellos salvarán al Perú.

Para los padres, jóvenes o veteranos, naturales o con ayuda del vecino, la responsabilidad parece terminar cuando la esposa entrega a la comunidad internacional un nuevo espécimen de futuro ciudadano.

La felicidad, como las elecciones democráticas, sólo tiene la duración de veinticuatro horas. Horas en las que el afortunado padre se bebe media cantina demostrando que es un hombrón haciendo hijos y terminando de joder al país.

Después de dicho lapso de radiante satisfacción, el infeliz se da cuenta que debajo del brazo el párvulo no ha traído ni mierda y que ahora, con el mismo sueldo cojudo que gana, tendrá que cubrir los gastos de la casa y pasar hambres mirando fijamente al futuro de la patria como ingiere leche en ingentes cantidades, caga pañales a montones, orina sábanas sin piedad y duerme tan tranquilo que provoca estrangularlo al maldito.

¡Futuro de la patria!... sí, seguro.

Los abuelos, que se encargan de malograr hijos ajenos aunque sean de sus propios vástagos, contribuyen exitosamente a engrandecer el futuro del Perú o mejor dicho, colaboran con el sano intento de poner más cojudos a los nietos de lo que ya son por sangre y estirpe.

Como dice el humorista chileno Coco Legrand: Primero les hablan en otro idioma muy diferente el castellano y el infante en lugar de entendernos mejor, sigue tragando leche, cagando pañales y orinando sábanas; y a lo mejor, dentro de la psicología infantil moderna, se pregunta con sorpresa: ¿Porqué tendré abuelos tan huevones?

En la actualidad, con tanta delincuencia, desorden vehicular, tanto padres como hijos no saben que hacer con sus propias vidas. Ya no es como antes que las mamás salían con sus crías al parque para que tomen sol y aire fresco. Las viejas pitucas y las que querían parecer aristócratas, enviaban a sus productos con empleada enmandilada con el mismo fin. Lo cierto es que los hijos de los pobres y los ricos por lo menos se unían en el parque, porque ahí todos eran iguales. No existía el peligro de las mafias de traficantes de niños, ni de los maraqueros seguidores de Abimael, Osama o Bush.

Cuando crecían los muchachos, por lo menos sometidos al Manual de Carreño, los padres, sin querer liberarse de la responsabilidad para con el futuro del Perú, pensaban que habían colegios buenos, universidades buenas e institutos armados para los que andaban misios y querían educación superior para los suyos. Los viejos eran más sinceros que nadie, pues sabían que en cada casa y en cada familia bien conformada se estaba construyendo el futuro de Cojulandia (Perú).

Después de algún tiempo los padres e hijos han cambiado desde la cuna. Superman, el Hombre araña, Rambo I, II,III y todas las huevonadas infantiles creadas en Hollywood y Japón con sus robots, han logrado desplazar a la Caperucita Roja de la que tanto anda hablando el lobo, Hansel y Gretel, El satresillo valiente, Pinocho que por ahí dicen que está de casanova dado a su envidiable órgano de estructura maderil y otros tantos personajes heroicos y brillantes que hacían soñar con el país de las maravillas o el mundo de nunca jamás.

Que se puede esperar de la niñez y la juventud si ahora se juega con misiles y la forma de sacarle la mierda a Saddam Husein, pistolas láser, bombas de destrucción masiva y el que menos practica judo, karate o taw kwon do. Y esto se da ya que ahora los papis modernos se mueren de alegría cuando matriculan al pequeño cojudo para que se convierta en tortuga ninja y llegan al orgasmo mental al ver a su crío disfrazado de Kimono y parado sobre el tatame.

Todo va de mal en peor, menos mal que yo ya fui criado de la mejor manera posible y que no tengo a quien mierda malcriar.

miércoles, 1 de agosto de 2007

Días de espera

Es cansado esperar algún día
con una respuesta o una frase
tanto realmente yo añoro
llevarte a la torre más alta,
al Tibet, al Napai, al cielo,
llevarte conmigo y mis días.

Es cansado mirar y creer nada
saber que desconfías despierta
y que la noche no apacigua,
ni calma, ni engaña, ni arrulla,
porque las historias ya están,
escritas, talladas y perpetuadas.

Es cansado hablar a tu pared
temiendo que habra un mañana
no porque quieras y eso lo sé
más sí necesario es y será,
y pasará, y te irás y moriré,
pero ahí estaré y lo verás.

domingo, 29 de julio de 2007

Secretos para mi princesa

Hay un cajetilla de cigarros tratando de sobrevivir a unas ansias incontrolables por consumirla, un cenicero abarrotado de momentos de espera y desconsuelo, una que otra lágrima disfrazada de conjuntivitis. También se ve una foto por la que por momentos me dejo envolver y me lleva a espacios y tiempos que jamás debí abandonar. Un espejo que denuncia mi look de presidiario y se burla de mi llanto asolapado. Una neblina de humo que esconde mis sueños, esos en los que siempre estás tú. Y por último, estoy yo tratando de explicar quién eres y porqué te lloro.

Eres seda, así de suave eres. Tu piel parece haber sido bañada en en la sangre de Afrodita, y en ella mis manos resbalan lenta y delicadamente para perderse en lo bello de tu quietud.
Eres cielo, así de inalcanzable eres. Tu ser está por encima de cualquier mujer, tu alma te eleva a la posición de ángel, de ese ángel que nunca me abandonó, que se despedía de mí en mi ausencia.
Eres tierna, así de dulce eres. Tus gestos me dominan y tu sonrisa me desbarata, ambos lograron mantenerse perennes en mis ojos y sus recuerdos me atormentaron cada momento de ausencia que no conversé contigo.
Eres hermosa, así de bella eres. Tu rostro parece haber sido arrancado de la imaginación de Da Vinci quien nunca pudo pintarte por la delicadeza y extrema beldad de tus facciones, de tus ojos que son capaces de opacar al sol de una tarde de verano en una playa caribeña. Hasta la luna se esconde de tí, tanto que cuando sales por la noche, ésta desaparece y deja a sus hijas, las estrellas, para que contemplen y se den cuenta que sí existe algo más bello que su madre.
Eres inteligente, así de sabia eres. Fuera de tus momentos de arranques de pasión y de no razón, tu mente es capaz de envolver cualquier cerebro y jugar con él. Desbaratas toda farsa, es imposible mentirte.

Te lloro por mi falta. Lloro porque sabido estoy de mi destino, de que algún día marcharás sin mirar atrás.
Lloro porque sé lo que es no tenerte, sé lo que es mirar tu recuerdo y tocarte en mi imaginación. El alcohol te materializa -ahora sabes por que tomo- y siento como tus manos rozan las mías tratando de calmarme. La coca tiene tu sabor, así de peligroso, así de inexplicablemente delicioso.
Lloro porque tengo pasado, porque aún no se ha inventado una máquina del tiempo, porque mis errores tienen nombre y forma de mujer, porque no soy digno de tí, de tus caricias, de tu suspiro.
Lloro por el recuerdo de tu sonrisa, de tu desconfianza, de tus miedos que me harán falta.
Lloro porque fuiste la única rosa de mi vida llena de espinas, porque sanaste mis heridas, porque me diste una segunda oportunidad. Lloro porque no habrán más frituras ni comidas chatarras.
Lloro porque estoy enamorado, porque no debí dejarte, porque ya te olvidarás de mí, porque en ese camino vas.
Lloro porque no sientes ni sentirás lo mismo por mí.
Lloro porque ahora sí estoy solo y traicionado.
Lloro porque yo te alejé de mí y sé que no negarás que ya no me amas.

jueves, 26 de julio de 2007

Perdonen mi pena y qué!

Algún día la noche con sus largos brazos
y tremendas mañas, me llevará
y lejos de volar y bailar el viento,
tan largo, tan tenue me ha de extrañar.

Porque a la sombra siempre estuve,
fuera de la rima y la prosa, ahí tan oscuro
en los adentros de la soledad
escondido escribiendo libros de secretos.

Y recordé que a la tumba te llevas
más de un cuento, de esos que odias,
de esos que escuchas, entre la eternidad
ha de esperar un ángel su historia.

Años pasan al querer tenerlos, los he extrañado
nunca lo he escondido, me muero,
tan vivo y estoy muerto en ostentar
respirar y caminar y conversar.

Mil perdones por mi vida a los de la verdad,
de quienes vengo, nunca un nunca
de barreras he tenido, siempre un vuelve
a mis ojos han llorado, han pedido.

Ergo necesito de mis sueños y sus ojos
que me vean en el sofá, tan quieto, y sonríes
mi sonrisa y lo feliz pinta paredes
de esas que antes la desesperación teñía.

Porque algún día la noche con sus largos brazos
y tremendas mañas, me llevará...
entonces vendrán los dos y me rescatarán

domingo, 22 de julio de 2007

Sólo un pasaje

Un fragmento del libro de Julia Navarro: La sangre de los inocentes.
"Algún día mi señor, alguien vengará la sangre inocente que hemos derramado en nombre de la cruz, porque tanta sangre no puede quedar impune. Donde hoy hay traición algún día habrá orgullo y sed de venganza. Sí, mi señor, algún día alguien vengará con furia la sangre de los inocentes. Mientras, os ruego, mi señor, que me acojáis a vuestro lado para bien morir..."

viernes, 20 de julio de 2007

Sobre la traición y alguna de sus formas

Hay de los que no te hablan y lo hacen a tus espaldas, y de los que te hablan sólo para mentirte. Hay de los que te enredan, de los que te usan y de los que enredan a los demás para simplemente joderte. Hay de los que se te acercan sólo por probarse algo a ellos, te lastiman y se van. ¿Porqué?... Esa es la pregunta que despierta mucha expectativa y ni un ápice de respuesta... ni siquiera un asomo de respuesta.


En mi vida me crucé con todas estás clases de escorias. Sin saber puse mi confianza en ellas. ¡Bien pagado salí!, no esperaba menos, en realidad si no me hubieran traicionado estuviera decepcionado, me hubieran defraudado.


Como sea, tengo 21 años y detesto las multitudes. Tengo razones y mil recuerdos que sustentan mi desprecio al bullicio, al trencito y al salud entre 12 personas. Sí, 21 años de los cuales los últimos cinco (desde mi corta y dantesca estadía en Bridgport-USA) me los he pasado escuchando a los que jamás me escucharon, preocupándome por los que ni de mi nombre se acordaban, perdonando a los que ni sabían porqué lloraba y luchando batallas de los que ni enterados estaban que se encontraban en guerra.


Así fue, confié, ergo conté. Aveces, mis queridos y pasajeros lectores, hay que amarrar a los recuerdos, a las vivencias y a las opiniones y mandarlas a la habitación más oscura de la memoria, echarle candado y arrojar la llave al agujero más profundo y sangrante del corazón. Es verdad. Hay demasiado abyecto con buenos oídos sueltos por ahí. Esos no sólo tienen buen oído, sino también buena lengua y una facilidad increíble para transformar tus frases en puñales, los mismos que terminaran clavados en tu espalda.


Hace unas semanas confié en quién no debí hacerlo. Increíblemente esta hija de la desdicha de su madre me traicionó. Resultó siendo creativa la tipa y a una frase mía, sin malicia ni rencor, la convirtió en un argumento que me mantuvo (y por pasajes me mantiene aún) alejado de alguien a quien necesito para estar bien. Digo increíble porque esta muchachita, además de tener rabo de paja, me confió a mí algunas intimidades las cuales, como todo caballero, no sacaré a la luz por más que esta fulana me halla lastimado.


La traición está a mi izquierda, ya me convencí de eso. No digo que lo peor que a uno le puede pasar es que le hagan eso, sino que te lo hagan con tanta frecuencia y facilidad. Bien me dijo alguien alguna vez: "Pa cojudos los bomberos y tú..."

jueves, 19 de julio de 2007

Desvaríos... sólo palabras

Estoy muerto... no aún no. Maldita respiración, me arrancaste la ilusión de haber muerto. Si... hubiera sido genial estar muerto, ya no se dirigirían a mí mas que para rezarme cual santo o para decirme lo mucho que me extrañarán. Eso es gracioso, cómo es posible que un hijo caprichoso e inesperado de la vida -como es la muerte- cambié los sentimientos de las personas en un segundo, así de rápido, así de sencillo.

Pero maldita sea, no estoy muerto. Aún respiro, porque eso ha de ser... no hay otra forma que mi corazón continúe latiendo así de fuerte y que continúe entrando oxígeno a mi cerebro para poder entrelazar estas palabras con coherencia, porque... ¿tienen coherencia, verdad? o no. Quizás estoy desvariando, si eso ha de ser, mi cerebro desvaría porque yo no, yo nunca desvarío.

Como sea... ¿qué me pasó? ¿porqué aún veo el techo blanco? ¿porqué huele a whisky? oh Dios... whisky. El licor más exquisito que pudiste poner en tu granja esta. Cuántas noches de placer me dio ese bendito elixir de vida. Esperen... eso no es cigarro, es otra cosa. Yo... yo nunca fumé eso, o ¿si?. No, estoy seguro que no... creo. Pero si no fui yo, entonces quién.

Mejor me paro, esto de estar recostado me está entumeciendo el cuerpo. Además el piso está frío y me puedo constipar.

Qué dolor de cabeza, maldita resaca, porque eso ha de ser, resaca es lo que tengo. Ojalá y halla sido de whisky, sí de eso fue, por eso huele a whisky. Qué bien!, para variar tome solo. Así es mejor. Entonces qué me quejo... no, no me quejo, sólo lo digo para darme cuenta que estuve solo... que novedad, siempre estoy solo.

Al parecer estoy loco, o en ese camino voy, o a puertas estoy de ese camino, o quizás estoy buscando esa puerta... en qué estaba. Ah si, lo recuerdo mi resaca y mi locura... ¡qué buen par carajo! inseparables como la noche y el sol.

Pero qué hago, está bien así, mejor me callo y me marcho. Sí eso haré, pero... por donde vivo, en donde vivo. Ah! Ya lo recordé: Calle Agonía esquina con Esperanza, ojalá y la nana Caronte todavía siga en casa...

miércoles, 18 de julio de 2007

Confieso que:

Que el dormir y el sexo es lo más placentero en mi vida.
Que todavía tengo a don Sata cogido del rabo.
Que por donde se vea -definitivamente- hago menos mal que antes.
Que como 1/4 de pollo a la brasa todas las noches (con arroz).
Que puedo permanecer sin hacer nada 23 horas al día.
Que la hora restante la uso para descansar.
Que odio los viajes en combi.
Que odio moverme a contestar el teléfono.
Que conozco tantas cantinas y bares como nombres de mujeres.
Que odio con todas las fuerzas que me dan mis 21 años al ron (disculpen amigos roneros).
Que amo con todas la fuerzas que me dan mis 21 años a la cerveza y al whisky.
Que ninguna persona me hace falta como lo hace mi madre.
Que mi padre es mi debilidad.
Que lloro muchas noches.
Que me encanta caminar mientras fumo bajo la tenue garua de Lima.
Que adoro fumar mientras camino bajo la tenue garua de Lima.
Que -para mí- no hay cielo más bello que el cielo de Lima en una fría tarde de agosto.
Que nunca he tocado una puta.
Que no me llevo bien con la tecnología.
Que el messenger me parece el peor invento del ser humano.
Que el fútbol me parece el mejor invento del ser humano.
Que empecé a leer a los 16 ó 15.
Que escribir comenzó siendo un refugio.
Que escribir es mi patio de recreo donde ahora vivo.
Que la abstinencia me mata.
Que tengo mil motivos, pero aún no entro en razón.
Que me he resucitado unas 4 ó 5 veces.
Que me estoy cansando de resucitar.
Que amo a una sola mujer, como mujer, como la mujer.
Que puedo pasarme la vida viendo capítulos del Chavo del 8.
Que soy depresivo por naturaleza.
Que en mis depresiones trato de estar sobrio para disfrutarlas mejor, en toda su dimensión, con todo su dolor.
Que mis días de no depresión trato de estar ebrio para reírme de mí sin límites, sin complejos.
Que me he emborrachado en un parque una sóla vez en mi vida... las demás fueron bajo techo.
Que creo que ya es hora de sentar la cabeza.
Que sólo una vez me arrodille ante alguien.
Que nunca regateo al taxista.
Que odio los ternos.
Que si fuera por mí, a todos lados iría en sandalias.
Que tengo mala memoria.
Que el suicidio me parece un camino más.
Que pensé en suicidarme un par de veces.
Que todavía guardo un peluche desde que tenía 5 años.
Que hace un par de años lo dejé de necesitar para dormir.
Que me tocó crecer de la noche a la mañana.
Que no me siento solo porque extraño a mis padres.
Que en mi cuello cuelgo grandes recuerdos.
Que sólo responderé a Lennart y a Doli.
Que... que aún estoy respirando, quiera o no, aún lo hago.


viernes, 13 de julio de 2007

Disculpen mi tristeza

Lágrima o silencio, la respuesta odiada
de esos seres de alma marcada
que a lo lejos extrañan
y que de cerca extrañan.

Te he visto y casi te he maldecido
por hacerme añorar no ser parido
de tantas cosas has sufrido
y de palabras has sufrido.

Mañana o tarde, no es buen secreto
sabes que luego el concreto
desde oscuras ha de hablar
y de nariz blanca ha de hablar.

Es noche mientras es tarde en mis días
de esas que no crean agonías
aquellas dulces de cuatro marcharon
son presencias ideales pero marcharon.

Y los grandes molinos enanos me hirieron
fuera de armaduras me mintieron
luego marché sin alma
entonces lloré sin alma.

lunes, 9 de julio de 2007

¿Vida?

¿Estás vida?
Te he estado buscando... sabías
ultimamente he estado cansándome de redactar testamentos
y de dibujar tormentos.

¿Me escuchas vida?
El que ha de darme la extrema unción aún no ha sido parido
y dormir la muerte disfrazada se hace gracioso
como cosa de mafioso.

¿Vida?
Ahora de vivo, es verdad, soy el fin de los índices
mas de muerto mis vicios no importan
entonces.. ¿Hoces se estrenan?

¿Sigues ahí vida?
Anoche llamó Quijote entre botellas se oía
y me puso al teléfono a Rocinante
me extraña el viejo elegante.

¿Entiendes vida?
Anda aburrido el viento y con frío
su devenir lo a aturdido
ya los versos lo han sabido.

¿Sabes vida?
Ahora te entiendo menos que cuando párvulo fui
y de noche eres más complicada
lo peor de todo... andas enmascarada.

¿Ya vida?
Nos podemos ir al Tibet
a soñar como ayer en concreto
sin whisky, sin tabaco, sin coca, sin armamento.

Fumar o dejar de fumar, esa es la cuestión

Debo dejar de fumar. Así de claro, así de sencillo. Bueno pues, pero... este... mmm... ya pues por donde empiezo. Haber cuántos de ustedes, mis queridos y pasajeros lectores, han estado en esta misma conjetura.

A mis 21 años el tabaco me ha apaciguado en más de una ocasión, me ha librado de severos pleitos conmigo mismo, me ha alejado de las malas compañías, me a acompañado en las noches más frías, me ha dado valor para mirar a una mujer y decirle cuanto la amo, me ha dibujado historias hermosas y dignas de ser plasmadas en papel como cuentos... ¡Dios mío qué quiero hacer, el cigarro muchas veces ha sido mi única compañía! ¡Dios mio cómo me arranco este pedazo de vida! Un momento ¿Porqué tengo que quitarme este placentero, especial y casi orgásmico vicio? Sólo por eso, por ser un vicio.

Hace algunos meses leía la defensa de un fumador que fue mi profesor hace algún tiempo. Éste decía y afirmaba -a pesar de las tantas propagandas culpando al cigarro de las muertes de tantos y tantos- que el cigarro no mataba. Cuan cierto estaba aquel hombre. Nunca estuve más de acuerdo con este señor. Si pues el cigarro no mata, al contrario salva.

Señores, seamos sinceros, cuántas veces hemos estado a punto de putear a alguien por alguna burrada que éste halla cometido y antes de abrir la boca para destilar tanto veneno cuanto podamos y le hagamos recordar hasta al gato de su madre, nos hemos apartado, hemos sacado de nuestro bolsillo esa sacrosanta cajetilla, hemos cogido el santísimo cigarro, lo hemos llevado a la boca y previa búsqueda del encendedor lo prendimos, aspiramos como asmáticos: La santísima y salvadora piteada, y nos hemos calmado, nos hemos distendido, nos... nos llegó al carajo lo que el burro ese hizo.

A pesar de todo eso debo dejar de fumar, eso dice mi médico, y mi novia, y mi hermana, y mis padres, y mi amigo, y mi hijo (Jak), y... y la gran flauta que los mando a quitarme los vicios. Cuándo entenderán que Dios los puso en mi camino para amarme no para quitarme los vicios.

Como sea, debo dejar de fumar. Ya se me hace difícil correr, y cargar peso, y mantenerme sin mareos, y no toser, y... y que miércoles, si gracias al tabaco he escrito tantas historias hermosas que jamás han sido leídas, he escrito tantas cojudeses que sí han leído, he escrito tantos poemas que han desnudado mi alma, he... he decidido que se pueden ir mucho a la mismísima porra y a trapear el mar porque no dejaré de fumar.

sábado, 7 de julio de 2007

Estoy así

Estoy enterado de la muerte de mi última esperanza.

Estoy desahuciado en un rincón de alguna habitación desocupada de mi corazón.

Estoy consiente de cumplir mi palabra.

Estoy inerme ante tu fuerte mirada.

Estoy sin frío donde las calles usan bufanda.

Estoy enamorado hasta los huesos de unos cabellos.

Estoy afligido por la ausencia de tu voz.

Estoy desesperado porque sea diciembre.

Estoy maldiciendo a la voz de la experiencia.

Estoy fungiendo de ser viviente.

Estoy bendiciendo a los ceros a la izquierda.

Estoy cansado de parodiar parodias de mi mismo.

Estoy vencido sin honor en dos combates.

Estoy fumando para jugar a ser escritor.

Estoy ebrio porque así las ideas son más libres.

Estoy extrañando por que si no lo haría estaría realmente solo.

Estoy pensando en los de... Viva el Atleti manque pierda.

Estoy tratando de dejar de ser despistado.

Estoy queriendo escribir la crónica de una muerte jamás escrita.

Estoy mirando a una mujer de negro que llora por no poder tocarme.

Estoy repasando mi pasado para no aburrirme y respirar.

Estoy leyendo La Catedral del Mar.

Estoy imaginando la vida sin coca.

Estoy perdiéndome el el humo de mi cigarro.

Estoy entendiendo que el respirar es un lujo transitorio.

Estoy llamando pan al vino.

Estoy... todavía estoy por estar.

lunes, 2 de julio de 2007

La pena del barba azul

Él estaba recostado en la pared del frontis de su casa. Sentado y encogido, sus brazos abrazaban sus piernas. Un cigarro entre sus dedos iluminaba un poco su presencia que se perdía en la penumbra que nacía de la sombra de un árbol frente a su casa. La noche era más noche que nunca, el frío era más frío que nunca, su pena era más pena que nunca.

Me acerqué dubitativo, pocas veces conversábamos, pero esas conversaciones eran de las más abiertas que él tenía. Lo conozco hace mucho tiempo, a veces lo amo y a veces lo odio. Para ser sincero trato -casi siempre- de evadirlo. Su compañía me atiborra la mente y los sentidos, simplemente me deprime.

Como sea, aquella noche lo vi y me acerqué. Pensé en preguntarle cómo estaba, su mirada respondía por él, así que preferí no quedar como estúpido y asumir la respuesta tácita que él me daba. Él abrió la conversación -con una sonrisa y una lágrima en los labios- afirmando que no podría vivir sin ella. Lo mire y me senté a su lado.

Un silencio de los que tanto disfrutábamos ambos envolvía el ambiente. No quería romper ese momento, pero una pregunta saltaba a escena por sí misma: ¿Crees qué no tengan arreglo?, dio una piteada a su cigarro y rompió en llanto. En ese momento quise abrazarlo, calmarlo, decirle que todo volverá a ser como antes, que tenga paciencia, pero sería como alargarle la agonía a un desahuciado, así que callé. Un gato bajaba por el árbol, el teléfono sonaba, su hermana miraba de la puerta dudando si llamarlo o no, su perro se volvía loco por el gato, él no encontraba alivio en su desahogo.

Se enterraba cada vez más en su quebrar. Su hermana pasó a su casa antes de derrumbarse por penas ajenas. Él parecía que estaba destinado a morirse por la tristeza. Estaba sano y bueno, sin una gota de alcohol y sin una sola peca blanca en su nariz. Su pena la estaba viviendo en sus cinco sentidos, el tipo estaba muriendo en vida, poco a poco se envenenaba con sus lágrimas.

Calló su llanto tal y como vino, de golpe. “Entendí”, me dijo. “Ella no es culpable, el amor se marcha cuando se ve sufrir. Poco a poco se va, eso es lo peor de todo que no se marcha de una. Claro si fuera así sería más fácil para ella y para mí. Pero no, ella tenía que tenerme cerca para darse cuenta de todo o tal vez ya lo sabía y quería confirmarlo. O quizás en ese mes me olvido... no lo sé. Ella no es culpable, yo tampoco, nadie tiene la culpa. Ahora yo la amo y ella me olvida, así de sencillo”, una lágrima ahogada en su garganta cortó su monólogo, entonces pregunté: ¿Qué harás?... “Debo de olvidarla antes de extrañarla", respondió y siguió... "o tengo que aprender a vivir sin sus ojos antes de que me de cuenta que ya no la tengo. De algo no tengo duda, la amaré por siempre, no sé si merezca esto o no... pero no puedo arrancármela, prefiero pensar que en la tarde ella saldrá con su madre y por eso no podré verla, prefiero creer que está cansada y duerme a que la noche se la llevó... aunque, para ser sincero, prefiero creer que nunca dejó de ser mi amiga, que nunca fue mi mujer. Algo me deja tranquilo, ella trato de engañarse a sí misma, pensó que por la noches sin dormir, las tardes sin comer, los días de llanto, por todo ese sufrir, ella tenía una responsabilidad y que tenía que amarme, pero no pudo, a veces el deber no manda al amor...”

Ahí y así lo dejé, nunca más muerto que ese momento, nunca más triste que esa noche, nunca más abandonado desde ese adiós... Asi quedo, sentado y encogido, sus brazos abrazaban sus piernas. Un cigarro entre sus dedos iluminaba un poco su presencia que se perdía en la penumbra que nacía de la sombra de un árbol frente a su casa. La noche era más noche que nunca, el frío era más frío que nunca, su pena era más pena que nunca... tal como lo encontré.

viernes, 29 de junio de 2007

Un desfogue en agonía

Con qué derecho maltratas a mi corazón, a mi vida. Con qué derecho adjetivisas a mi princesa, a la dueña de mi corazón. Aléjate de ella, hay razones para exigirlo, para obligarte. Ella es mi futuro aunque ya no la tenga.

La perdí o a puertas estoy de eso; a ella y a mi sueño de una niña. Qué buscas ahora, qué más. Estos enredos me terminaron de joder el presente. Ahora sí estoy peor que nunca, cargo la culpa de otros y las razones mías. Cómo entender que no me veré más en los ojos de mi Lili, cómo aceptar una derrota por la cual ni he peleado.

Ya no importa nada, una partida sin retorno, una noche a medias, una promesa sin cumplir. estoy en el limbo de entender lo que no hice y de quedar como siempre. Ella ya no regresará y la pena me empieza a carcomer desde adentro.

A la mierda contigo y con todos, lograron su cometido, confié en ustedes y me cagaron el ayer, el hoy y el mañana.

Cómo carajo le explico al corazón que siga latiendo sólo por inercia,"sin ella no hay razones", contestará, ya lo hizo un par de veces. Razones hay para unos días, explicaciones las tengo, pero que al salir de mi boca se convierten en mentiras y así llegan a los oídos de los demás.

Porqué mierda apareciste, porqué mierda me la tocaste, porqué carajo no te bastó con una razón sensata. Cuántas tretas más tienes bajo la manga, cuántas llamadas más, cuántos mails más...

Esto es sólo una descarga, desaparece, cerremos una historia que no es entendible. No volveré a escribir para despotricar de ti, pero entérate que me terminaste de matar en vida. Mi princesa no sabe ni entiende, sólo se deja llevar por todos, y su entorno me juzga y me lastimará. Ojalá y entiendas. Ojalá y mi vida me regrese mi vida...

Un cuento corto...

Cuando el soldado regresó de la guerra y buscó su vida entre cartas, fotos y viejas canciones encontró que todo había cambiado. Su amada, su fiel compañera y dócil mujer, se había convertido en un témpano de hielo, en una caja de pandora que al abrirla se atiborraba el ambiente de nombres, de saludos, de alcohol, de noches de fiesta publicadas sin el menor pudor.
Él no hallaba comodidades. Volvió al hogar es verdad, pero no sabía si podría vivir con los rezagos de una vida que se liberó y que aprendió del mejor a como sobrellevar el dolor y así crecer.
Los pensamientos lo mataban. Los recuerdos de antes de partir a la guerra lo atiborraban: ese cariño tan puro que se tenían, el amor sumiso de ambos y los besos casi siempre el principio y fin de todo. Quién sabe si ella supiera lo que pasó él, qué pasaría si confiara.
No aguantó más, se puso fuerte unos días y no pudo más. Cayó al inmenso abismo del alcohol y las drogas donde uno busca refugio y una pala para cavar su tumba. Se suicido. Se llevó con él los recuerdos del amor más puro y grande que el mundo jamás vio y que jamás volverá a ver...

lunes, 25 de junio de 2007

Volver...

Una de mis canciones favoritas, del gran Carlos Gardel
Yo adivino el parpadeo
de las luces que a lo lejos
van marcando mi retorno.

Son las mismas que alumbraron
con su pálido reflejo
ondas horas de dolor.

Y aunque no quise el regreso
siempre se vuelven al primer amor.

La vieja calle
donde el nene cobijó,
suyo es su vida,
suyo es su querer.

Bajo el burlar mirar de las estrellas
que son indiferentes hoy me ven volver.

Volver con la frente marchita
y la fiebre del tiempo que flaquearon mi ser.

Sentir que es un soplo la vida,
que veinte años no es nada,
que febril la mirada,
que errante en la sombra se busca y se nombra.

Vivir con el alma aferrada
a un dulce recuerdo que no volveré a ver.

Tengo miedo del encuentro
con el pájaro que vuelve
a enfrentarse con mi vida.

Tengo miedo de las noches
que pobladas de recuerdos
encadenen mi soñar.

Pero el viajero que huye
tarde o temprano detiene su andar.

Y aunque el olvido que todo destruye
halla matado mi vieja ilusión
guardo escondida la esperanza humilde
de mi pobre corazón.

domingo, 24 de junio de 2007

A mi fiel amigo Sancho

En cada mirada hay una vida, en cada vida hay un camino, en cada camino hay una historia, en cada historia hay una estrella y en cada estrella hay una ilusión. Es así que hace algunos abriles -mientras ponía el aparejo a mi Rocinante- apareció Sancho. Venía montado sobre su pasado, con las alforjas llenas de lágrimas y la ropa muy remendada con pedazos de reproches nunca dados.
Yo andaba en la dubitativa de vivir pueblerinamente o seguir pelando con molinos, hablando con las piedras, durmiendo despierto y amando como desahuciando. Sancho, cogió mi derecha, se escapó de mi sombra y me siguió si un ápice de duda.
Nunca entendí porqué se me acercó. Nunca entendí porqué ni siquiera preguntó si podía acompañarme. Sólo lo hizo y ahora es lo que es.
A nuestros inicios era todo rudimentario, de formas amorfas, de frases cortantes y de miradas segregadoras. Sin darme cuenta, la confianza que puse sobre mi vasallo lo llevó a convertirse en mi amigo. Juntos afilábamos nuestras espadas. Él limpiaba mi armadura y yo le hablaba de una vida que me enseñó con golpes y llanto la realidad de sus días.
Pasamos por tierras que nunca vieron un par tan disparejo. Peleamos juntos contra los gigantes de saco y corbata que tenían como principales armas sus costumbres, sus prejuicios, sus parámetros. Puse el pecho ante su rendición, lo levante y ensangrentado lo obligué a luchar ya no por él sino por mí y por su padre que lo esperaba en alguna covacha lejos del centro y cerca de los cerros. Y se paraba con la cara enrojecida y el sudor empapando su nuca luchaba y jadeaba y... vencía.
Así se fue haciendo fuerte. Levantaba piedras junto conmigo y bañaba a Rocinante mientras yo escribía cantares a mi hermosa Dulcinea.
Y sin darme cuenta ya había crecido, se sabía defender, ya no era un ignorante, algo había leído. Y sin querer enterarme una tarde entre tragos me dijo que se marchaba, que su vida ya tenía un rumbo, que hace algún tiempo desembarcó de ese barco que anadaba a la deriva y se había fijado un norte. Y por fin entendí... él había dejado de ser Sancho para convertirse en Don Quijote y yo había dejado de ser Don Quijote para ser un simple trovador de su historia.

jueves, 21 de junio de 2007

Pedido

¿Lo mismo de siempre?... Porque no apareces de la nada, con tus cabellos tapando tu rostro. Te sientas al pie de mi cama y me muestras las respuestas a todo... como antes, como siempre...

lunes, 18 de junio de 2007

La princesa y el bohemio

Estaban en la entrada del castillo de la princesa. Debajo de un jardín colgante de flores , ella recostada a una base del portón y el bohemio parado frente a ella con las manos muy húmedas de sudor y los ojos extasiados del amor más puro que pudo existir: sin malicia, sin lujuria y con mucha locura.
La princesa con los ojos muy perfectos, marrones claros, siempre vivos. De sonrisa capaz de hacer ocultar al sol, de palabras musicales y de gestos que volvían vate al exiguo bohemio. Él de ropas muy simples, de mirada muy triste, de sonrisa desconfiada y de corazón muy muerto.

Era invierno y la noche abrazaba con sus largos brazos todo el reino. Los árboles, mudos testigos de ese momento,amparaban a los amantes y tocaban con sus ramas -al ritmo del viento- las tonadas más hermosas que el reino P jamás oyó.

La luna no muy lejos, mas sí muy hermosa y muy llena, sonreía al ver dos mundos tan distintos y no muy lejanos unirse con el compartir de un mismo compás de los latidos de sus corazones. Las estrellas alumbraban de norte a sur el firmamento. "Cada estrella que veas y brille es un te amo, cada estrella que falte y por su ausencia no brille es mi corazón entrañándote", quiso decirle alguna vez el bohemio a la princesa, pero nunca lo hizo.

Las casas del pueblo -de dos plantas la mayoría- confabulaban con su silencio para no confundir sus bodrios placeres con una ilusión latente e impalpable a las manos mortales de los seres que se saben querer sólo por una vida.

Los pobladores pasaban saludando y sonriendo a la princesa. El bohemio callaba y ocultaba la rabia de no tenerla sólo para ella. Se sabía extranjero en unas tierras donde todos amaban la dulzura de la princesa. Era muy celoso, odiaba a todo aquel que estuvo antes que él, odiaba a todo ser que tuvo la dicha de tan siquiera haber rozado su mano con el dócil y negro cabello de su amada. "Una burbuja donde nadie te tocará ni te mirará, donde sólo yo existiré y donde sólo tú vivirás", así le hubiera gustado que sea al bohemio, pero la princesa tenía vida y él lo entendía.
Una mirada de pedido de piedad del bohemio, una sonrisa de amor de la princesa. Algo por decir por parte del bohemio, algo por oír por parte de la princesa. Muchos nervios y temores del bohemio, ingentes cantidades de ansiedad de la princesa. Una caricia en la tosca mano del bohemio y el pedido de una promesa hacia la princesa. "Me iré luego, sin preguntas, sin besos, como un ladrón en medio de la abyecta noche, como vine... de la nada hacia la nada", dijo el bohemio.
Los ojos confundidos de la belleza hecha mujer, las ansias por liberar lo que el bohemio tenía amarrado al corazón, la noche más fría, el reino más callado, lo chicos de la añeja esquina y un te amo preparado de lo tácito y servido para la princesa. Momento de inexistencia y de tiempo congelado, reacción del bohemio, sonrisa tímida de la princesa, huida desesperada del bohemio, noche de ilusión para la princesa.

domingo, 17 de junio de 2007

Un intento inútil

Después de tantas noches y muchas líneas de coca, él, se decidió a explicar las razones de su huida. Aquella mañana se levantó muy temprano, buscó un papel y lo puso en su antiquísima máquina de escribir. Preparó todo el ambiente: la cajetilla de cigarros, el whisky, algo de coca y la severa convicción de soltar todos los secretos que tenía amarrados a la boca.
El frío de la mañana lo entumecía, las razones a explicar lo abrumaban, las oraciones lo atiborraban. Una palabra tras otra, demasiado rápidas para escribirlas, demasiado rápidas para recordarlas. Su mente le jugaba una de esas pasadas que el tanto odiaba, estaba lleno de ideas que se iban con la llegada de la siguiente. Lo peor de todo era que sólo recordaba lo perfectas que eran sus frases que se perdían en el abismo de las ansias por escribirlas.
¿Cómo empezar? maldita incertidumbre. Y no era sólo eso, no quería lastimar a nadie. Era más que complicado, pero en alguna oración lo iba a hacer textual o tácitamente. Pasaban los minutos y se perdía en los recuerdos, su respeto por los pasados lo parametraban, lo limitaban; esa prosa tan explícita se vería marchitada por sus escrúpulos.
Sabía, por premisa, que no la iba a culpar, la entendía en el fondo. Antes que ella, él ya había vivido, para su edad, había vivido mucho. Peor aún, ella había sido muchas veces su pedestal de triunfos, testigo abstracto de tantas historias de amor, de momento. Era la única -quizás- que le conocía la mayoría de aventuras en las que él dejó caricias, besos, palabras y muchas corazones rotos. Es por eso que la entendía. Mientras él narraba sus aventuras ella más lo quería y sólo callaba.
Él se veía en la conjetura de no poder calificar nada. ¿Cómo reclamar sus dudas si él las alimentó algún tiempo atrás?. Sabía que a veces no importan los actos, sino el pasado. Gallina que como huevo aunque le corten el pico...
Pero esta vez todo fue injusto. Tristemente se sabía inocente, pero cómo podía expresarlo sin maldecir a los que lo tildaban de basura y de mentiroso. La pena lo invadía y las lágrimas lo ahogaban, estaban matando lo más puro en él, su mañana del pasado... y él sin hacer nada, inerte e inerme ante todo.
Y pasaban las horas y ningún párrafo escrito, menos cigarros, menos whisky, ya nada de coca y ni una mísera oración. Cómo podía describir los últimos meses de relación sin descalificar los años pasados. A pesar de muchas cosas y de ingentes cantidades de desdicha cómo haría por no desmerecer lo vivido. Pero es que era imposible, había vuelto a la puerta, al frío, a ser casi nada. Sin delito alguno -por vez primera quizás- era juzgado y sentenciado a ser sólo un "amiguito".
Y pensar que había dejado de vivir. Él adoptó las amistades de ella tras abandonar las suyas. Dejó sus sueños para vivir los de ella y lo hacía con una sonrisa en el rostro, nunca reclamó, nunca preguntó. ¿Cómo no dejar escribir a su frustración y a su desdicha?
Entonces la desesperación lo alcanzaba, los recuerdos lo envolvían y se empezaba a retractar de su presente, hasta que recordó ese sábado. Él soñaba con verse en otros ojos y ella lo golpeó donde quizás más le dolió. Eso lo empujó a muchas cosas. A vivir sin querer. Y alistó sus dedos para odiarla en el papel y hundirla en su misiva llena de maldiciones y reclamos, pero no pudo, no sabía que pasó, pero no pudo.
Llego la noche y la luna se coló por su ventana y una frase de años atrás lo destruyó. Miro la luna y se dio cuenta que no podía escribir, que era imposible explicar, que no quería desearle nada, que ella lo empujó a algo y que no culpaba a nadie.

sábado, 16 de junio de 2007

A lennarth

Te tengo a doce horas de vuelo, pero siempre estás a mi lado. No te has ido nunca, ni te irás. Eres mi fortaleza, mi verdadera razón. Mi única responsabilidad ante ti es realizarme y enterrarte, no sé si lo segundo se hará, pero antes de todo me verás, sonreirás y uno de los dos se marchará.

No recuerdo si alguna vez te agradecí tantas cosas padre, pero por si queda algún ápice de duda...

Gracias por tantos secretos.
Gracias por tus silencios.
Gracias por desenredarme la mente.
Gracias por volverme a recibir.
Gracias por dejarme ver tus ojos inundados.
Gracias por dejarme despotricar.
Gracias por un abrazo.
Gracias por hacerte extrañar.
Gracias por dejarme caer.
Gracias por levantarme.
Gracias por no estar ahora aquí.
Gracias por mostrarme la vida.
Gracias por tantos libros.
Gracias por el fútbol.
Gracias por el box.
Gracias por los carros.
Gracias por un solo te amo.
Gracias por tu rostro duro.
Gracias por tu alma dócil.
Gracias por dejarme fracasar una y otra vez.
Gracias por las caminatas.
Gracias por las rancheras.
Gracias por tu sonrisa.
Gracias por Iris.
Gracias por nunca reclamar.
Gracias por sólo preguntar.
Gracias por enseñarme los secretos de la soledad.
Gracias por tener la capacidad de quererme.
Gracias por decirme hijo.
Gracias por ser mi padre.

jueves, 14 de junio de 2007

No más...

Las lecciones se aprenden así, con lágrimas, dolor, pena... Siempre debe existir un malvado para que los demás vivan... No importa como o cuando, lo importante es que se aprenda...

Al mar y ADIOS!!

Los meses gritarán el mismo día.
Las noches añorarán un mes.
Los sueños extrañarán mis gestos.
Las tardes llorarán las promesas.

Pues bien, no merecí nunca nada ¿verdad?. Busca en la luna sus ojos y sus palabras que se deben escribir en el cielo asi:

No soy como él...
Fue un tropiezo...
Ya lo olvidaras...

Muy simple para las costumbres, nada complicado como antes.

No valí la pena... y adiós.