lunes, 29 de diciembre de 2008

Bitácora de un escarceo II (NOVELA)

He releído La Noche Detenida de Javier Reverte. Lo hice durante el día. Otra vez me dejé envolver por la novela poniéndome a mí como Miguel y a ella como Alma. Volví a sentirme buscado, vigilado, prohibido. “Dejo que las palabras engullan mi conciencia mientras el rostro de Alma asoma desde el pasado como una llamarada que aún me quema la piel”. Frase simple, seguro que también se me hubiera ocurrido, eventualmente. O quizás la hubiera copiado para decir lo mismo, sin plagiar, solo para decir lo mismo.

“Acierto a pensar que pertenecemos a la noche, como ella lo dijo alguna vez, y que yo pertenezco a una noche en el tiempo detenida, una noche de disparos y alaridos, de susurros dulces de amor entre la carne trémula de dos cuerpos que se amaron y dos corazones que latían como si fuesen uno solo”. Ya veo por qué gaste mi día leyendo este libro. Tenía que recordarla. Carajo, que cojudo puedo ser, las únicas fuerzas que tengo las gasto leyendo para viajar tras un recuerdo a su cama angosta y cálida.

Eso es menos patético que rogar. Creo.

Por un segundo la brisa del mar acarició mi rostro. Es extraño ya que estoy lejos de la playa. Pero la sentí. Dejé de leer y me permití enrollarme en la cama cual bebe para verme abrazado por ese ambiente.

Luego pasó algo raro. Casi nunca vislumbro el atardecer, sin embargo hoy los rayos rojos ocuparon mi atención por completo. Sentado frente al mar, es la misma visión, la misma con los pies húmedos. Acá estoy tapado y con los pies abrigados. Que cagada. Un calor de mierda y yo con medias. Es que cada vez que me las saco al venir la ronda una señorita bastante teñida y de sonrisa coqueta me obliga a ponérmelas. Cómo si tuviera pulmonía. Esta cojuda no ha leído mi expediente o yo no estoy enterado que tengo algo más.

Por otro lado hoy he estado solo. No vino nadie. No llamó nadie. Me sentí bien y mientras me sigan dando mis libertades seguiré estando bien. Ojalá y mañana tenga el play y me quiten tanta sonda que solo estorba. Gracias a Yemayá que en esta habitación no suena el típico bi-bi-bi. No suena nada.

Me cagaron con la comida. No llegó mi Bembos anhelado. Un puré hasta el culo y, para colmo, sin arroz. Como aquel almuerzo. Sin arroz. Vaya recuerdo. Un bistec con puré sin arroz. Con arto beso y sudor, pero sin arroz. Eso fue imperdonable… Claro que quedó olvidado con una caricia y una sonrisa. Puta madre, pero me cagaron con la comida. Esta basura no llena y yo necesito, si no se puede un Bembos, una pizza. Una pizza con jamón y chorizo estaría bien.

“-Ella se llama Alma, ¿verdad?
-¿Cómo lo sabes?
-¿Te enamoraste de ella?
Guardé silencio y luego mentí”
La puta. Qué buen libro. Pedazo de novela.

La noche ya cayó y calculo que no dormiré, como ayer. Quizás escriba, quizás la piense, quizás entre en una crisis nerviosa por la ausencia de tabaco y de grasas. Quizás, y ojalá Ochún me lo permita, pueda descansar.

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