martes, 30 de diciembre de 2008

Bitácora de un escareo III (NOVELA)

Vaya mierda de noche la que pasé. Debe haber sido la peor de estos últimos días. Sin duda fue la peor. Tuvo lágrimas, sudor, ansiedad, más lágrimas, recuerdos, hambre y más lágrimas. Claro, no dormí. No pude conciliar el sueño ni un ratito. Nada. Vi como amaneció. Acá la luz se cuela despacito. Es extraño. Pareciera que va con sigilo tratando de no despertar a nadie mientras los honorables huéspedes de este lugar siguen amarrados a la necesidad u obligación de dormir.

Y es que anoche hubo de todo. No aguanté más y rompí un acuerdo. Logré escuchar su voz, adormecida, pero era su voz al fin. “Duermes”, pregunté. Que cojuda manera de comenzar una conversación, al menos para esa hora, qué respuesta me esperaba, acaso un “no, huevón estoy despierta a las 3 de la madrugada esperando que un insomne imbécil como tú me llame”. De cualquier modo eso le dije y luego ya no sé más. Me encandilé en sus entonaciones, en sus mutismos cortos, en su lirismo al estirarse y bostezar. Luego corté y seguí con lo mío. Pensando y torturándome al querer ser Nostradamus. Aunque ahora, tras ya dos días y mil noches, puedo pensar que será un no. Hasta sé como será. No llamará, escribirá. Sí, así será. El celular seguirá prendido por las puras wevas. Alguna mañana, tarde o noche yo revisaré mi correo y ahí estará. Quizás ponga como asunto “Perdón”, “léelo por favor” o tan solo un simple “…” Después redactará algo así como “Trate, pero ya no hay nada más en mi corazón, lo siento que sea así, quiero que sigas descubriendo la maravillosa persona que eres, gracias por enseñarme tantas cosas…” y un sin fin de sonseras más que ponen las mujeres para decirte NO, jodete, ya no quiero estar contigo p…

Puta madre, productiva la noche. O al menos así estaba hasta las 6 que llegó la ronda y un joven muy alto, con cara de pavo y extremadamente blanco se paró en mi puerta. Preguntó cuántas horas llevo despierto. “Todas desde hace una semana”, le dije. Sonrió y me ofreció una chela. “Prefiero un whisky y un pucho”, repliqué. Abrió las persianas por completo e insinuó, mirando la tele, la lap top y mis tres celulares, que debo ser algo importante. “Soy escritor y en mis tiempos libres, a veces, periodista”. Trató de ubicarme con la mirada. Su cabeza debe haberse hecho un ocho al no encontrarme en su bagaje cultural televisivo. “No te mates, no salgo en la tele”. “Ahora comprendo”, contestó. Tomó mi carpeta y me miró esbozando una sonrisa. “Penas de amor”, le dije. “Si te afeitaras y te bañaras no las tendrías”, me cagó. “Seguro que también… tengo cáncer”. “Sí, sé leer”, me volvió a cagar. “Dale, vamos a bañarte”. Ah no… este tipo estaba para el culo. Primero que no me gustaba ni un poquito y segundo que las únicas mujeres que me habían bañado eran mi madre y la princesa que me enjabonaba la espalda recriminando mi falta de aseo. De cualquier modo este imberbe qué creía, que me podía llevar a la ducha sin un te quiero y un besito. Ni cagando. “Yo me baño solo”, contesté mirándolo con ganas de sacarle la reconche… y tapándome con la cobija hasta la altura de mi cuello. “Ok, si puedes pararte, ve”. Pendejo el blanquiñoso. A estas alturas no podía ni comer y me pedía que me bañara. Además, hoy no vería a mi musa, ni me iría de farra, ni había jugado pelota. “Hoy no me baño”, le dije y no me bañé.

Regresó al rato con mi desayuno. “Se acabaron las enfermeras o ya me llevaron a Cedro y yo ni enterado”, pregunté. Se tiró al piso de la risa sin saber que mi cuestionamiento era en serio. Siempre me pasó lo mismo. Nadie me tomaba en serio cuando decía las cosas. Mi ex gorda sostenía que era porque soy irreverente. Yo prefiero creer que es por… por la puta madre este maldito había traído tostadas y una basura que parecía avena. ¡Tostadas y avena! Donde carajo estaban los huevos fritos, el jamón, el pan francés, mi juguito, mi chicharrón. ¡Mi tamal! ¿Estaban dispuestos a reponerme del cáncer, pero querían matarme de hambre? “No jodas ps hermano, estoy pagando como si estuviera en el Hilton y me traes esa comida para locos”. “Es para que te repongas más rápido”. A ver, como le explicaba a este ñandú con tabas que ya estábamos a un día de la noche vieja, que no tenía un puto tono, que mi novia me había dejado, que estaba solo, que mis únicas visitan eran unas hormigas que venían por los residuos de comida que tiraba al piso, que me recagaba de hambre, que me daba lo mismo Serrat que Sabina y que tenía cáncer en fase tres o cuatro. Si ppp… cuñao, con tus ridículas tostadas y tu asquerosa avena me voy a poner mejor…payaso. ” No me paro y te tiro por la ventana por que tengo sondas hasta en el culo“. “Tranquilo, brother”, sonrió. “Algo así me imaginaba y te traje esto”. Sacó de sus bolsillos dos galletas de soda y una coca cola bien helada. Este hijo de puta me iba a matar, pero al menos iba a morir feliz. Le agradecí el gesto, aunque le advertí que si algo me pasaba iba a tener a medio mundo buscándolo para llevarlo a mejor vida.
Tomé esa nimiedad que me hicieron creer que era desayuno y ahora tengo en mis manos el De Repente un ángel de Bayly, lo leeré todo el día. También espero que ojalá llame o escriba, ojalá hoy sea el día. Ah, me olvidaba, un buen mil hojas no me caería mal.

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