sábado, 2 de junio de 2007

Una noche de tantas

El mismo bar de mala muerte en Breña, las mismas caras, los mismos vicios y las mismas desdichas. Él estaba sentado en la barra, solo, tenía una botella a medias, un cenicero con un cigarro consumiéndose y dos líneas de coca cerca a su vaso.


"Hola, mucho tiempo sin hablarte", le dije. Me senté a su lado. Ni me miró, como si no existiera, como si no me quisiera hablar o escuchar. Luego de diez minutos y una lágrima seca en su mejilla suspiró y me dijo:


"Me han apuñalado el corazón... con el mismo puñal que yo le dí para que viva y se defienda en esta vida, con ése mismo ella me acaba de apuñalar. No sabe, no entiende. Que ya no es lo mismo me dijo, que yo la forcé, que ya no me necesita para estar bien. Así de fácil me lo dijo. Me culpa, todos me culpan... sin saber sin tan siquiera preguntar".


Bebió lo poco que quedaba en su vaso, sirvió un tanto más y me lo dio a mí. Hizo algo de espacio en la barra, se agachó y aspiró. Las dos líneas de coca yacían en su nariz. Se limpió un poco y continuó:


"Días atrás la vi, muy tranquila ella, estaba con otro. No es el único me dice. Hay alguien... con él se escribe, lo sé, ella no sabe que yo sé. Se dicen cosas como que se extrañan, se reclaman la ausencia de llamadas, ingratos se llaman...y yo, yo sólo me drogo, me emborracho y pienso en ella. Que cojudo... habiendo tantas atrás mio."
Pidió otra botella, ya no usaba el vaso. Se sacó la 9 milímetros con la que trabaja, le molestaba creo, la puso en la mesa:


"Y yo jodido, con plata pero jodido. Asustado, pensando que cada entrega será la última. Sabes... antes de todas las entregas rezo mucho, luego veo una foto de ella -siempre la cargo- y después a chequear si el seguro del arma está floja, digo por si se necesita una reacción rápida, en esta chamba uno nunca sabe Manu".Se le empezaba a quebrar la voz. "Y pensar que su entorno al que quise sin obligaciones dijo que era una mierda. Que en vez de estar trabajando estaba con otra, o con otras... tirando decían. No saben ni mierda de mi vida, ni mierda".


Cogió una servilleta, esas de papel que se usan de posa vasos también, se secó las lágrimas y respiró profundo:


"No sé que haré... miento si sé. Lo que hice siempre... me sentaré en la misma barra, con la misma botella, el mismo cenicero y las mismas líneas de coca y la esperaré. Si vuelve viviré, si no vuelve... viviré esperándola".


Se paró, guardó su arma, me abrazó y se fue.





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